No sé si estés al tanto, pero el mundo está de cabeza a causa de una pandemia. Puedes estar tranquila porque aquellos que más amaste hemos corrido, hasta ahora, con suerte en todo sentido. Gozamos de buena salud, entrañable compañía y recursos para sobrellevar el confinamiento impuesto para hacerle frente a esta circunstancia tan particular. Entre el trabajo y mi afición a los idiomas y a la cocina, te aseguro que he vivido una cuarentena más que llevadera a pesar de mi espíritu pata caliente. Por desgracia no puedo decir lo mismo de entrañables amigos tuyos que han sucumbido a esta tragedia. Fui testigo de tu sensibilidad y sé que esta crisis te habría arrancado muchas lágrimas. Probablemente yo estaría en zozobra ante el temor de que cayeras enferma. Supongo que tu partida debe haberte immunizado al dolor y a los agentes patógenos. Nos imagino conversando sobre el desarrollo de los eventos de la pandemia y tú resaltando los parecidos con la peste negra, tema central de tu novela preferida Forever Amber. No tengo idea cuántas veces leíste el ejemplar que teníamos en la casa, pero sospecho que no cuento con suficientes dedos y no me sorprendería que te hubieras sabido los diálogos de memoria. El estado del pobre libro da fe a lo que digo.

No obstante, el confinamiento ha tenido efectos inusitados en mi psiquis. Y es que aunque mi cuerpo físico se haya visto forzado a pasar largos períodos de tiempo sin precedentes en casa, mi mente me ha transportado en múltiples ocasiones al que fue nuestro hogar y sobre todo a ti. Esto es posible gracias a una de tus actividades preferidas: dormir. ¡Y es que eras una dormilona de calibre! Evoco esa capacidad tuya, envidiada por muchos, a quedarte dormida hasta en una cama de clavos. Pues para suerte mía, es una inclinación que he heredado hasta cierto punto de ti. Si hay algo que puedo agradecerle a la cuarentena, es permitirme darle rienda suelta a ese cuestionable legado. Y antes de que digas que no te he escrito en mucho tiempo para echarte en cara que eras una "dormilona contumaz", déjame decirte que te he soñado mucho.

Estarás ansiosa de que te cuente todo con lujo de detalles. Te advierto sin embargo que estás ante un dormilón aficionado, no un cronista de los sueños. Por desgracia solo puedo recordar pequeños fragmentos, como aquel en el que estabas en nuestra casa; yo regresaba de alguna parte y tú me regañabas por no haber llevado la declaración juramentada de rigor justificando mi desplazamiento. Curioso que estuvieras al tanto de los procedimientos franceses ligados a la cuarentena. Más curioso es que dichos procedimientos tuvieran validez en Durán. Tu reprimenda debe haber sido uno de tus clásicos despliegues de ironía, humor y ligera chabacanería guayaca, porque me desperté de súbito. Me duele en el alma no recordar tu regaño, tanto como la certeza de no volver a ser objeto de uno de ellos.

Pero bueno, que no te escribo después de mucho tiempo solo para insinuar que eras una dormilona inclinada a las reprimendas ingeniosas. Cabe destacar también que la cuarentena me ha permitido desenpolvar tu legado culinario. Y es que recetas como la "col frita" que aprendiste de la abuela Carmela, han visto buena acogida en estas latitudes. Similar es el caso del "consomé a la reina" que algunas veces preparaste bajo la influencia irrefutable de mi papá. La torta de camote es otra de tus especialidades que ha visto la luz en mi actual realidad. Y tu legado va más allá de platos. Algunos de mis trucos y jugadas culinarias tienen tu marca. No habrás sido una cocinera apasionada, pero tus tips han trascendido el tiempo y el espacio.

Sin haberlo planificado esta carta te llega un día de la madre, el octavo en tu ausencia. Como ya te he dicho antes, prefiero escribirte cuando tu recuerdo emerge espontáneamente, cuando tus maneras y manías resaltan por si solas en mi vida cotidiana. Es una alegría immensa constatar que sigues indeleble en mi subconsciente y que moras en esos pequeños detalles anodinos del día a día. El confinamiento llega a su fin, y con él una nueva rutina comienza para mi. Solo espero que como hasta ahora te asomes de vez en cuando a la ventana de mi ser interior para que me recuerdes lo afortunado que me hiciste por tantos años.